Enjuiciando el Concilio Vaticano II
(muy esquemáticamente)
Al enjuiciar el Concilio Vaticano II y sus logros, sus documentos (que actualmente pueden estar ya
algo desfasados), tenemos que prestar atención, principalmente, al espíritu del Concilio, a su
finalidad (que no fue alcanzada). Se dijo, y es cierto, que el Concilio aportó, o intentó abordar, otra
manera de entender a Dios, otra manera de entender la sociedad y el papel de la Iglesia en ella, otra
manera de entender la fe, otra manera de entender la Escritura… Pero no se presta la debida
atención al hecho de que el Concilio no pudo ni siquiera empezar a abordar el tema de otra manera
de entenderse la Iglesia a sí misma, a su misión como organización de los cristianos.
En ese sentido el Concilio fue como una Perestroica frustrada. La Iglesia, después del Concilio al
igual que antes de la celebración de éste, se comporta de hecho como una comunidad en la que sus
miembros comparten solamente la celebración del culto, la fe en unos dogmas y la sumisión a una
jerarquía. Para nada se plantea la construcción del Reino de Dios del que hablabla Jesús. También
se dijo que algún tipo de Código de Derecho Cánonico y de Catecismo son necesarios en la
Iglesia, aunque no nos gusten los actuales. Pienso que lo último que se le ocurriría a formular Jesús
sería un Código de Derecho Cánonico y un Catecismo. Jesús, aunque respetaba la religión judía en
la que se encuadraba (decía que no había venido a destruir la Ley y los Profetas) era, sin embargo,
anti-talmudista. El talmudismo era el Código de Derecho Cánonico y el Catecismo del judaísmo.
Jesús despreciaba ese tipo de legalismo. Él no formuló ningún dogma, despreciaba el culto
(sabemos lo que opinaba del templo y de la manera de orar) y tenía muy mal concepto del
sacerdocio, como se evidencia su parábola del buen samaritano y en el hecho de que aunque el
significado de los términos “Cristo” y “Mesías” que le adjudicamos significan “Ungido”, a él no le
ungió ningún sacerdote, y apreció mucho que le ungiese una mujer, y además prostituta.
El Concilio fracasó en su intento de redefinir la Iglesia como una verdadera comunidad en la que
sus miembros comparten el compromiso y la tarea de construir el Reino de los Cielos, de superar
la situación actual de una religiosidad centrada en la celebración del culto. El culto por sí mismo
no significa nada, está constituido solamente de signos y símbolos que se quedan en un gesto vacío
si no remiten a lo que en realidad representan. Nuestra Iglesia ha hecho de la celebración del culto
una finalidad en sí misma, como si tuviese alguna eficacia al margen de que se comprenda o no lo
que significan esos símbolos. El Concilio no resolvió eso y la Iglesia actual parece incapaz de
acometerlo.
23- Junio -2012